Olimpia Marroquin

Sin palomitas ni butacas: cine y diversidad en Shanghái

没有爆米花,没有电影座位:上海的电影与多样性
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Entre columnas de hormigón y puertas blindadas, el cine alternativo crece en Shanghái. Productores locales, espectáculos drag y fiestas con Dj son algunos de los eventos donde extranjeros y locales se mezclan hasta hacerse comunidad. El margen, esta vez, es el centro de la escena.

Para el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, el grupo CinemQ ha preparado una proyección de cortos que buscan hacer sentir como diosas a hombres y mujeres por igual. Ya es primavera en los calendarios chinos, pero el día está nublado. Los días calurosos y soleados contrastan con noches frías y tardes de lluvia constante. En el salón de CinemQ el clima es distinto. Bajo el lema “las paredes son nuestras pantallas, lo queer nuestro objetivo”, los muros reflejan el arcoíris. CinemQ fue fundado por Matthew Barren y Alvin Li en el 2015, pero tras el alejamiento de Alvin, se sumó Will Dai. Desde un inicio el evento colabora con otros espacios underground para reunir una vez al mes a la comunidad diversa en Shanghái.

La proyección de esta noche se realiza en el recién inaugurado Specters, un bar en el corazón del distrito de Jing’an. Restaurantes occidentales, boutiques de ropa importada y un templo budista iluminado por las noches convierten al barrio en la zona cool entre extranjeros y locales. Para llegar a Specters hay que ubicarse entre las columnas de hormigón de un estacionamiento, seguir el letrero fluorescente y golpear una doble puerta blindada. La ubicación le da el secretismo necesario para un tema sensible, por lo menos en este lado del mundo.

Si bien la homosexualidad no está penalizada desde 1997 y salió del listado de enfermedades mentales cinco años después, las agrupaciones de diversidad sexual están prohibidas. CinemQ y otros colectivos transitan una zona gris, donde la ley se presta a interpretaciones varias, a mitad de camino entre un grupo de artistas y militantes. 

A su vez, cada ciudad tiene su propia reglamentación, cada provincia, municipio y gobierno tiene sus propias regulaciones sobre la censura, por lo tanto, cada grupo tiene una experiencia distinta. Sin embargo, las leyes y ordenanzas parecen no importar a los organizadores, quienes apoyan la diversidad a través de performance, ciclos de cine, shows y charlas en bares o teatros que, en general, los inician occidentales pero que poco a poco atrae al público local.

Ahora, los espectadores se acomodan en la barra, las sillas alineadas hacia la pared y los sillones a los costados. Matthew y Will dan la bienvenida a los asistentes: “Quince minutos antes de que comiencen las proyecciones siempre está vacío y se llena justo en el momento de empezar”, comenta Matthew. A la hora de la cita, la cerveza y la plática fluyen a un ritmo constante. 

Entre los dos se dividen las tareas a realizar. Como Matthew organizó ciclos de cine a nivel universitario y profesional en Inglaterra, él elige las películas; mientras que Will, un pekinés que siempre viste con cárdigans grises u opacos se encarga de la logística y el diseño. 

Otras veces, Matthew vino vestido como una drag, peluca platinada, labios rojos, rímel y mucha brillantina que lo presentaban como una rubia imponente para la admiración de muchos y envidia de otros. En esta ocasión, vestido más convencional de jeans y playera, abre el diálogo en inglés y Will traduce al chino. Ambos explican que habrá un intermedio para revisar los mensajes de WeChat, ir al baño, salir a fumar o rellenar la copa de vino. Se ríe y guiña un ojo, “acá no tienen nada de qué preocuparse”, agrega. Mientras los expats, aplauden y gritan, los chinos esperan reservadamente el comienzo de la función. 

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El primer corto transcurre en un internado inglés de la época victoriana. Un grupo de chicos se burla de uno que trae colorete en las mejillas y un poco de labial, el niño señalado es Oscar Wilde. De color sepia y llena de claroscuros, la escena siguiente muestra un salón de un internado contemporáneo. Los alumnos leen un fragmento de un cuento de Wilde. El timbre interrumpe la clase, los chicos salen corriendo a empujones y dejan atrás a un niño que se ve y se sabe diferente. 

Pero al niño no le importa que lo hagan aparte. Con el libro bajo el brazo, vuelve a su habitación se mira en el espejo, agarra el labial con confianza y se lo pasa por la boca en honor a Oscar Wilde. Es el mismo tono de labial. “La selección de cortos es el playlist de un Dj. Tienes que poner al público a bailar, después dejar que se relaje y piense. Tenerlos animados y enganchados. Si los bombardeas de imágenes y problemas, terminan agotados y con pocas ganas de volver”, explica Matthew. 

De repente, los espectadores son sacudidos por la estridencia de un video músical. Guitarrazos, colores fluorescentes, escenas en baños y habitaciones se superponen al ritmo de los acordes del punk más puro. La gente se sobresalta, ríe ante las imágenes y uno que otro repite la canción a coro. 

A continuación, se exhibe la historia de un hombre que se transforma en mujer al contacto con el agua, reminiscencias del mito griego de Tiresias y la fluidez del concepto de género. Los documentales, entrevistas, animaciones y musicales tienen en común una mirada sobre el cuerpo y la sexualidad que cuestiona los roles establecidos. Cada personaje encuentra la manera de hacerse oír en una sociedad que les da la espalda.

 “Siempre nos esforzamos por traer algo diferente, algo que el público no vea venir. Aun así, sabemos que dejamos muchas voces fuera. Por eso, los asistentes no son tan diversos. El público también varía de acuerdo a la temática de nuestras proyecciones” dice Mathew mientras juega con sus gafas. “Un día nos pareció divertido comenzar a nombrarlas y ahora utilizamos una palabra que englobe los cortos a presentar”. Los títulos van de Ciborgs, Cowboys y Dioses griegos hasta drag queens.

Durante la exhibición de Blue, una serie de cortes de la comunidad negra en Estados Unidos y Europa, vino público de la comunidad africana que vive en Shanghái. En cambio, con Femme vinieron mujeres de todos lados. Un grupo de libanesas entre el público reaccionó ante un corto producido en Medio Oriente. Tomaron fotos de la pantalla y comentaron sorprendidas al “tema tan poco hablado en el Líbano”. 

La diversidad se refleja en los espectadores, pero sobre todo, en el origen de los cortos que se exhiben. Un diseñador de Ghana combina los saris con tacones, los trajes con polleras para mostrar la ambivalencia de los cuerpos. Parejas fuera de lo convencional, ropas estrafalarias, muñecos de plastilina sin sexos, animaciones abstractas que no cuentan una historia, sino sugieren el despertar sexual femenino con imágenes de colores. 

“Escogemos cortos que sean visualmente poderosos y accesibles, que transmitan algo más allá del diálogo, porque en general no tenemos tiempo de poner doble subtítulo. Generalmente, los cortos incluyen subtítulos en inglés, pero no queremos dejar fuera a los chinos que no entiendan del todo”, explica Matthew. 

La proyección se termina, la gente hace filas ya sea para entrar al baño o para pedir bebidas en la barra y los diálogos marcan el ritmo del Dj invitado. Las sillas y las mesas vuelven a su posición original. Los cortos son el tema que rompe el hielo; al final todos actúan, posan para las fotos, aprenden pasos de baile nuevos e intercambian WeChats.

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“En China se está viviendo una fuerte demanda cultural”, comenta Ting Ting Shi, organizadora de otro festival de cine local, “que incluye voces de la comunidad queer. Esto coincide con un creciente número de realizadores”. CinemQ se expandió en el 2017 y produjo el documental Extravaganza, que retrata el tras bambalinas del show drag del mismo nombre que tuvo lugar en Shanghái, el primero de este tipo, con once drag queens and kings de todo el mundo. 

La idea surgió tras platicar con amigos drag cansadas de ser vistas una y otra vez como figuras tristes, nostálgicas u oprimidas con problemas de identidad y necesidad de pertenecer. “Nosotras sentimos que nunca hemos sido representadas. Esas fotos y videos no coinciden con nuestra experiencia. Detrás del escenario para nosotras todo es risa y maquillaje, hay una gran hermandad, ¿saben?”, comenta Miss Jade, una de las protagonistas del documental, mientras se aplica delineador negro en los ojos. Sus rasgos coreanos le dan una expresión gatuna, que se complementa con el vestido entallado de lentejuelas verdes y la peluca rojo fuego apoyada sobre el tocador.

El filme abre con una entrevista al organizador del show en el sillón de su living, con gafas y playera blanca, lejos de las luces del show. Él relata los inicios de la comunidad drag en Shanghái (2014), se concentra con los ensayos y detrás de escena del show. Horas de preparación, prácticas para encontrar los pasos precisos, maquillaje con sombras oscuras, azules y celestes, labiales rojos y mucho brillo son algunos de los secretos de belleza y las técnicas para encontrar un estilo. El público ve a once performers que se toman muy enserio el trabajo que hacen, mientras intercalan entre pinceles y rouge sus historias personales. 

No bitching, no slutting, la crueldad queda fuera del show, sólo personas que tienen años de amistad, que admiran el trabajo del otro y que sobre todo están contentos de haber encontrado una comunidad que los acepte tal como son. Dentro de la pantalla y fuera de ella, la buena vibra prevalece. La proyección se pone blanca, cuando las primeras percusiones del Dj comienzan a sonar, la fiesta sigue toda la noche bajo la atmósfera de tolerancia y picardía que dejó el documental.

“Creado por expats para el público expats”, “muy controvertido para el público oriental”, o producto de una moda pasajera son algunos de los comentarios que circulan entre locales. Lo cierto es que CinemQ enfatiza la idea de integración y que todos son bienvenidos. “Al final”, comenta Will “nos hemos inspirado en los filmes para crear una comunidad más abierta e inclusiva donde no solo el público gay es bienvenido, sino que cualquiera que se anime a ir más allá de lo establecido”.

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